Relatos sin filtro.
Pastel
La vi, era irremediablemente hermosa, llevaba puesto
un vestido de bolitas y unos zapatos color pastel que la hacían ver más alta y
con una postura envidiable.
Yo estaba sentado viéndola caminar veía ese
movimiento de caderas que hacia al caminar, me dejó tan estúpido que ella al
verme dijo. -¡Cierra la boca imbécil!
De inmediato reaccione y camine tras ella y contesté. –Discúlpame, es que eres tan bella que no pude
evitarlo.
-Lo sé- Dijo ella en un tono arrogante. –Todos me
miran cuando paso así que yo se perfectamente que soy bella.
Esa actitud tan altanera que ella había demostrado
me volvió loco e hizo que me interesara más en saber por que era así.
La invite a tomar un trago en el bar que estaba
cruzando la calle, ella acepto de inmediato y eso me dio a entender que ella
estaba en el mismo juego que yo.
-Un whisky- Dijo ella al llegar a la barra.
-A mi un tequila doble por favor- Dije.
Empezamos a platicar y ahí fue donde me entere que tenía
por nombre Marianela, era maestra de tango en una academia de baile y pude
percatarme que tenía una mirada angelical pero una sonrisa con mucha maldad.
El reloj marcaba las diez de la noche y empezó a
sonar una melodía al compás de violines y acordeón, era un tango.
-Me enseñaría a bailar esta pieza- Dije con una
sonrisa picarona-
Ella sin decir nada me tomo de la mano y me llevo a
la pista, la tome sorpresivamente de la cintura y
ella llevando el paso íbamos
bailando y sintiendo la música más allá de la piel, fundimos nuestros cuerpos.
Por un momento me detuve.
-Disfruta este tango, pues podría ser el último- Le
dije en un tono muy sarcástico.
Ella sin preámbulos me beso.
-Es el tango mas emotivo que bailado en años- Dijo
Marianela.
Bailamos unos segundos más, la canción había
terminado, la tome de la mano y salimos de aquel bar.
Nos subimos a mi coche y maneje hasta el mirador de
la ciudad, cuando llegamos ahí salimos del auto y nos pusimos a bailar
imaginando una canción eterna de tango. El viento movía su cabello y levantaba
su vestido pero eso no fue impedimento para que siguiéramos aquel compás
imaginario.
Bailando junto a ella pensaba en que era tan bella
pero también tan altanera y no sabía en ese momento cual de esas dos cualidades
que tenía me seducía más.
Se quitó los zapatos esos color pastel, y me volvió
a tomar de la mano para bailar y así bailando llegamos a la orilla del mirador
empezaba a amanecer, me acerque más a ella para solo rozar mis labios junto a
los de ella.
La observe detenidamente de arriba hacia abajo, mis ojos
se clavaron en los suyos, no sentía los latidos del corazón ni la sangre correr
por mis venas. Con la mente muy fría la empuje dejándola caer al vacío, me
quede parado viéndola caer escuchando su grito desesperado de auxilio y dándome
cuenta que era mas su altanería que su belleza.
Camine hacia el coche recogí sus zapatos color
pastel. El alba ya se dejaba ver, recogí sus zapatos, aquellos tiernos zapatos color
pastel.
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