"Relatos sin filtro"

Carmín


Me encontraba frustrado y muy enojado, mi madre había abandonado la casa donde viví con ella muy feliz  y lo peor de todo es que a pesar de mis estupideces en la vida la amaba. Acababa de salir de prisión y ese mismo día, de inmediato me puse a buscar empleo ya que mi consejero correccional  tenía que asegurarse que tendría con que solventar mis gastos estando en libertad.


-Hola, señorita muy buenos días- Dije sin titubear y observando a detalle sus hermosos labios color carmín.


-Muy buenos días, ¿De casualidad viene por el puesto de velador?- Preguntó casi afirmándolo


-¡Así es!- exclamé


-Perfecto- Dijo ella.   Estamos urgidos por encontrar una persona que cuide por las noches este consultorio, ya que hay mucho curioso por aquí que sólo anda viendo de que puede adueñarse.


En ese momento solo sentí un gran alivio ya que con ese trabajo mantendría mis gastos, así que regrese a casa me duche con agua caliente, tome una taza de té y partí hacia el consultorio donde ahora trabajaba.


-¿Acaso ya se va señorita Rosa?- Pregunté al verla tomar su bolso y unas libretas


-Ya Joel, acabo mi turno y debo irme a casa a descansar- Dijo ella mientras se agachaba a recoger unos documentos que habían caído al suelo.


En ese momento pude observar un par de piernas largas y muy bien cuidadas, torneadas que ha simple vista parecían más suaves que un terciopelo y en automático mi mente empezó a imaginar.


Ella se marchó y yo me senté recordando como habían sido los últimos once meses de mi vida en aquella prisión, y estoy segura que aunque no conozco el infierno hubiera preferido estar en ese lugar.


Cumplí mi jornada de labores, había amanecido y eran casi las ocho de la mañana, la señorita Rosa, la secretaria del consultorio llegaba tan radiante con ese mismo color carmín en sus labios


-Buenos días, ¿Qué tal tu primer día aquí?- Preguntó Rosa acomodando sus cosas en el escritorio.


-Muy bien- Respondí, todo estuvo muy tranquilo por la noche.


-Me alegra escuchar eso ya que en días pasados ya habrían dejado este consultorio como a santo Cristo en pleno viacrucis- Exclamó Rosa riendo a carcajadas.


Después de reírnos un poco, Rosa se acerco a la cafetera que estaba a un lado del pasillo que dividía su escritorio del consultorio del doctor Medina.


-No te marches aún- Dijo Rosa en un tono muy profundo.


-Por supuesto que no, no después de oler el café que acabas de poner, ¡Huele delicioso!- Exclamé.

-Es un café que trajo mi jefe en un viaje que hizo a Córdoba Veracruz, es el mejor que he probado- Dijo ella.

Así pasaron varias semanas, Rosa llegaba en punto de las ocho de la mañana y yo la esperaba para tomar ese delicioso café, que más que tomar café era el verla, observar ese color carmín en sus labios que me volvía loco, podía imaginar que de ese mismo color rojo encendido era el color de su sangre al hervir de pasión.


-Ya es hora de marcharse, ¿Qué hace todavía aquí?- Le pregunté.


-Estoy haciendo unos informes, mañana salgo de vacaciones y necesito dejar todo en orden para la secretaria que me va a cubrir- Dijo ella un poco enfadada.


-Que bien- Dije un poco desesperado, ya que en realidad no quería dejarla de ver –Si quieres puedo ayudarte, yo te dicto, tú escribes en el computador y así acabaras más rápido.


Entonces puse una silla junto a ella tome asiento y por un minuto la observe, llevaba unos zapatos de tacón color marrón, una blusa de botones, algo ajustada que hacían notar unos pechos pequeños pero firmes.


-Muchas gracias- Dijo Rosa un tanto sonrojada ya que se había percatado de como la había mirado.


Instintivamente, me regresó una sonrisa retadora, provocadora, que me hizo enloquecer.

En ese momento me acerque un poco más, ella se puso algo nerviosa pude sentirlo pero no me importo y la tome por la cintura, ¡Demonios! Era la cintura mas pronunciada que mis manos habían rodeado, ella empezó a respirar más rápido y me tomo del cuello. Sin dudarlo la bese…Eran los labios más suaves y cálidos que había sentido. 

Mi mente en blanco total, nos besamos más y más, bajé,  y con mucha cautela desabroche un botón de su camisa, acaricié con mis besos su cuello, ella jadeaba y yo me sentía con una chispa de energía que no cabía en mi cuerpo, volví de nuevo a buscar sus labios y la besé, la besé tan fuerte que ella apretaba con sus dedos mi espalda, entonces yo como respuesta mordí su labio inferior con fuerza que pude sentir y saborear la sangre que de ahí brotaba, imaginé que era una gota de vino tinto, ella me empujo con fuerza y separe mi cuerpo del suyo.


La observé de abajo hacia arriba, sus zapatos estaban en el piso, su falda se había subido hasta los muslos, su camisa desabrochada y sus labios estaban un poco hinchados, tenía sangre…. Y en efecto,  era color carmín.


Comentarios

Entradas populares